Investigaciones sobre la agresión en la infancia revelan que el aprendizaje tiene un papel muy importante. Los niños y adolescentes aprenden la agresión de los adultos o de otros niños y niñas a través de la observación y la imitación.
Además, este aprendizaje sólo se consolida si tiene consecuencias positivas para el agresor, de tal modo que, si la conducta agresiva es reforzada por el entorno, es probable que se generalice. Si por el contrario es rechazada o mal valorada por el grupo, podrá desaparecer.
Por esta razón, algunas de las estrategias educativas contra el bullying con más éxito reciente se centran en el papel del entorno y de los testigos del acoso escolar2.
Aunque hablamos de acoso escolar, los estudiantes que acosan pueden haber aprendido las conductas agresivas fuera de la escuela: en su familia, en su entorno cercano o a través de los medios de comunicación, Internet o redes sociales. Los valores culturales y sociales son clave para fomentar o frenar la agresión.